FOTOGRAFÍA DEPORTIVA
La fotografía deportiva es, con toda probabilidad, una disciplina que tarde o temprano acaban catando la gran mayoría de fotógrafos, independientemente de su nivel. ¿Quién no tiene un hijo, sobrino o nieto que practica algún deporte? ¿Qué persona no se pega cuatro carreras o da tres patadas a un balón en un día de campo? Es más: ¿Quién no ha encestado una bola de papel en la papelera de la oficina? En mayor o menor medida, todo eso es deporte, y nosotros vamos a aprender a fotografiarlo.
Pongámonos serios. La fotografía deportiva tiene sus cosillas, como todas las disciplinas; algunas buenas y otras malas. La buena noticia es que un acontecimiento deportivo tiene -generalmente- una duración suficiente para hacer nuestras pruebas. En otras palabras, contaremos con más de un minuto para buscar -y encontrar- la foto perfecta. La mala noticia es que los momentos más fotogénicos se producen en cuestión de décimas de segundo -cuando no milésimas-, y si no acertamos... Si no acertamos, no hay segunda oportunidad.
Trabajar con lo que tenemos
Para un fotógrafo profesional, el paso previo a todo acontecimiento deportivo es la elección del equipo. Nosotros, puesto que ya tenemos bien claro cuál será nuestro equipo -seamos realistas- nos ahorramos un problema. En cualquier caso hemos de tener en cuenta que la máxima "lo importante es el fotógrafo, no la cámara" no es del todo aplicable a las fotos de deporte. Así, por muy malos que seamos, una máquina réflex que dispare a 40 fotogramas por segundo y un teleobjetivo de 300 mm con una abertura de f1.4 facilitan el trabajo a cualquiera.
Pero vayamos a lo que nos interesa: la realidad. Los equipos digitales compactos no son precisamente famosos por tener un zoom ni un enfoque rápidos y precisos. Sí destacan, en cambio, por hacer gala de un bonito -léase con ironía- lag o retardo de disparo.
Es de vital importancia tener en cuenta esta limitación a la hora de disparar. Aquí sí puede decirse que la experiencia es un grado. Y es que saber anticiparse a la fotografía es crucial en estos casos. Digámoslo de otro modo: tendremos que disparar cuando el saltador de pértiga aún esté en el suelo, a punto de despegar, o cuando el futbolista esté armando la pierna.
En fotografía deportiva, la distancia física que nos separa del deportista suele ser -por regla general- bastante considerable. Esto es así en deportes como el fútbol, el atletismo o el esquí, por poner unos ejemplos. Por este motivo, tendremos que servirnos del zoom óptico de nuestra cámara, y esto deriva -casi siempre- en el uso de aberturas más pequeñas.
En una situación convencional, como una foto de cumpleaños, compensaríamos la abertura bajando al mismo tiempo la velocidad de obturación. Por desgracia, estas normas "de cajón" son relativas en la fotografía deportiva. El uso de una velocidad inferior a 1/200 segundos probablemente resulte en la obtención de fotos movidas, un efecto poco perseguido en la fotografía deportiva. Para congelar una pelota de tenis en pleno "smash", por tanto, necesitaremos velocidades del orden de 1/500 segundos; para detener a un futbolista, de aproximadamente 1/320 segundos; para un corredor de marcha, 1/200 segundos...
En una zona de iluminación constante -un pabellón cubierto, por ejemplo, o un parque en pleno mediodía con el cielo despejado-, lo más fácil es fijar una prioridad a la velocidad o bien utilizar los modos manuales. En este último caso, fijaremos los valores de abertura y velocidad guiándonos por el exposímetro de nuestra cámara.
El problema aparecerá cuando nos enfrentemos a una fotografía de deportes en zonas de iluminación variable -un campo descubierto o con tragaluces, por ejemplo, o un día nubloso. En largas sesiones, el fotógrafo -sobre todo, si no es experto- suele olvidarse de los valores de exposición y se centra en el encuadre o el enfoque. La preocupación será, básicamente, que el jugador no se pierda en la inmensidad del campo y que aparezca nítido.
En otro tipo de fotografías, como las de eventos sociales, la presencia de luz variable tampoco sería un gran problema, ya que la prioridad a la velocidad se encargaría de corregir los cambios de luz. Pero en fotografía deportiva, surgen los problemas. Veamos. Una digital compacta -o no-, tirando a más de 1/200 segundos, probablemente pedirá grandes aberturas. Si tenemos presente que estamos usando focales largas, las aberturas no serán muy luminosas, y con mucha suerte llegarán a f3.5. Seguramente, tendremos que forzar la sensibilidad hasta el máximo.
Llegados a este punto, nos podemos preguntar: ¿Por qué estar tirando siempre a máxima sensibilidad, si podemos evitarlo? Ya que no podemos modificar la abertura y tampoco la velocidad, la solución pasa por usar un elemento poco empleado en la fotografía digital: el ISO automático. Técnicamente, el ISO automático es una suerte de prioridad a la abertura y a la velocidad simultáneas. Nosotros damos dos parámetros y la cámara elige el resto. Gracias a esta opción, podemos seguir concentrados en enfocar, encuadrar y disparar.
Más allá de las técnicas
Efectivamente, hay algo más que saber disparar: a qué disparar. Ya hemos dicho al principio de estas líneas que las buenas fotografías deportivas duran literalmente un instante, y por ello hay varias consideraciones previas que debemos saber. La primera es conocer el juego. En un partido de baloncesto, por ejemplo, el balón casi siempre pasa por las manos del árbitro entre jugada y jugada. No sucede lo mismo, por ejemplo, en un partido de fútbol. La conclusión es obvia: para obtener buenas fotos, tendremos que conocer bien aquel deporte.
La segunda consideración en nuestro bloc de notas mental es la de tener presente que la mejor fotografía no siempre está en los momentos de juego. Lo habitual en las fotos de deportes es capturar la jugada: una patada en karate o una falta en balonmano. Pero la acción no acaba ahí. La desolación del jugador que marca en propia meta, la alegría del banquillo al ganar el partido, la rabia del jugador sustituido, las lagrimas de la victoria... Todo ello es fotografía.
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